El Arte se presenta como una necesidad cuya finalidad ha ido cambiando según el contexto histórico. Me remito de nuevo a mi primer planteamiento donde el concepto de Arte es expansivo y esa expansión se nutre del escenario donde se forja el concepto.
La forma en la que admiramos las obras de arte en la actualidad es, evidentemente diferente a como se admiraban en el pasado. El hecho de que Las Meninas de Velázquez, por ejemplo, sea una de las grandes obras maestras del pasado y haya llegado con ese estatus a la actualidad, no se debe sólo a su calidad técnica o a su genialidad simbólica o propagandística sino a su enorme carga filosófica que trasciende toda frontera histórica. Véase por ejemplo la lectura que Michel Foucault hace de la obra sin apelar a ningún factor con los que tradicionalmente se etiqueta a una obra de arte. (Michel Foucault, Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas, Capítulo I: Las Meninas.
http://www.uruguaypiensa.org.uy/imgnoticias/682.pdf).
http://www.uruguaypiensa.org.uy/imgnoticias/682.pdf).
Si la obra respondía a unos fines determinados en el entorno histórico en que fue creada, en la actualidad ese fin pasa a ser anecdótico y su carga filosófica adquiere el protagonismo, respondiendo a las necesidades del arte de nuestros días. Esta posibilidad de reelectura y cambio de finalidad es lo que la convierte en una obra maestra perdurable en el tiempo.
A mi parecer, la finalidad del Arte es lo que determina su naturaleza y solo el descubrir para qué sirve el Arte nos dará las claves de su concepto.
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